Archivo de septiembre 2008

Posiblemente lo único que salva la situación que describo a continuación sea la solidaridad. Y es que en el fondo todos somos iguales…

Este verano, con jornada continua, Expo y algunos días de Rodríguez incluidos, he tenido algo de tiempo para hacer una de las actividades que siempre más me ha gustado: pasear por la Zaragoza de mis amores y desamores. Antes lo hacía con frecuencia, en concreto era fijo el paseo matutino-dominical lleno de fotografías, museos, exposiciones (que no expos) y vermús. La mezcla incomparable de resaca-dormir_poco-ensoñamiento era perfecta y las fotografías y recuerdos de aquellos días también. Por cierto, el otro día desempolvé los álbunes y carpetas de diapositivas de aquella época y había alguna buena. Decidí digitalizarlas para poder trabajar y publicar; hice una selección, mejor dicho, lo intenté y salieron alrededor de 4.000. La cuenta fue inmediata: 4.000 x 0,35 = 1.400 €. Intuitivamente eché mano al bolsillo y decidí que debería hacer una nueva revisión… hasta hoy.

Pero siempre me voy del tema, narices. La cuestión está que entre tanto paseo y debido en gran parte a la gran afluencia que ha tenido la Expo (por cierto y hablando de cuentas, aunque me vaya de tema, la afluencia vuelve a ser una medida relativa; nos inundan sobre el éxito que supone los 5,5 millones de visitantes y la cifra en sí, cierto es, es grande, casi astronómica; pero uno, un poco dado a las cuentas no sé por qué, pensaba que si se habían vendido 30.000 pases de día entero y otros 30.000 de pase nocturno, eso sumaba 60.000 y teniendo en cuenta que cualquiera de esos afortunados entraría del orden de 25 veces eso quita ya 1,5 millones de visitantes, dejando más que escueta la cifra astronómica anterior; eso sin contar que no se ha dicho cómo se contaban los pases, porque uno podía entrar y salir, sin saber la contabilización…) Zaragoza se nos ha llenado de esos ilustres paseantes conocidos como turistas.

Turistas en la Plaza del Pilar de Zaragoza

Turistas en la Plaza del Pilar de Zaragoza

Debo decir, en consonancia con el primer párrafo, que lo primero que hay que declarar es que todos somos turistas. Esto nos salva porque es insólita su propia figura: son las 15:00 horas, el termómetro oficial marca 41ºC (los de los mupis, 48), los comercios en su mayoría cerrados, los zaragozanos, conocedores, se ocultan en cualquier lugar… pues allí está, el turista, sufrido pero persistente, pasea por la Plaza del Pilar, cámara en mano, hijos en la otra y gorrita de John Deere (bueno, seguro que es de Dolce&Gabbana, pero mis recuerdos rurales de la infancia persisten con la conocida marca de maquinaria agrícola). Siempre están en la Plaza del Pilar. Mira que hay sitios más bonitos e interesantes, pero todos pasan por allí.

Claro que cuando yo voy a París, paseo cámara en mano y niños en la otra por la Torre Eiffel y no me sacan de allí, o en Venecia siempre acabo en la Plaza de San Marcos. Todos sabemos que hay otros rincones, lugares y espacios más interesantes, pero el turismo es lo primero y hay que cumplir.

Si nos dedicásemos a preguntar, a hablar y comunicarnos con la gente, encontraríamos otros lugares, posiblemente no tan conocidos pero encantadores, sujetos a la subjetividad de nuestro interlocutor y, por tanto, seguro que apetecibles. Si preguntásemos a los habitantes y residentes del lugar destino de nuestra estancia turística descubriríamos otro lugar.

Pongamos un ejemplo: se me acerca Mme. Dupont (todos los franceses se llaman así, ¿no?), residente en Saint Nazaire (en bretón Sant-Nazer), departamento de Loire-Atlantique, junto a la maldita bola del mundo próxima al Pilar y los Juzgados:

— Bonyú, mesié. U es que ye peu aler a quelque lieu enteresan par isi? La Pilarica et el luan disi?(traducción simultánea: Tío, ¿dónde puedo ir a algún sitio interesante por aquí? ¿La Pilarica está lejos de aquí?)
— Pues mira, maña. Lo primerico es que casi te partes los piños contra la columna. Lo segundico es que no sé quien coño te ha dicho lo de la Pilarica ya que nadie en Zaragoza la llama así: es el Pilar o la Virgen del Pilar, nunca la Pilarica (creo que lo inventó uno de Madrid que pasaba por aquí y conjuntó nuestro diminutivo característico -también navarro, claro- con nuestra diminuta representación de la advocación pilarista). Lo tercerico es que ¿ves esta gran basílica?, pues bien, es el Pilar y ya lo has visto. Si tienes mucho tiempo pon una vela y mira a lo lejos algún fresco de Goya y Bayeu, pero como no lo tienes y llevas gafas, déjalo. Haz otra cosa, ¿ves esa torre al fondo, encima de una fachada blanca-blanca y un edificio que no pega ni junta delante? Pues eso es La Seo (que no el Aseo) y es la verdadera Catedral de Zaragoza. El 95% de la gente que viene a Zaragoza entra en el Pilar y no va a La Seo, ellos se lo pierden, tu no deberías.

Catedral de La Seo de Zaragoza

Catedral de La Seo de Zaragoza

— Oh, se mañifique…
— Pues sí, es magnífica y mañífica, tienes razón. Encontrarás en ella todos los estilos desde el románico hasta el neoclásico y tendrás un magnífico ejemplo y recuerdo de uno de nuestros estilos más peculiares: el mudéjar. Además, si puedes perderte por las callejuelas que lo rodean, encontrarás calles encantadoras y preciosos palacios renacentistas…
— Oh-la-la…
— Pues sí, ya veo que lo coges: La – La Seo. Pero también si tienes algo más de tiempo te recomiendo que salgas a la ribera, pasees un poco por ella y mires su río. Se llama el Ebro (O Ebro en lengua aragonesa, único río masculino ya que todos son femeninos: a Zinca, a Uerba, etc.) y es tan contradictorio y cambiante como el carácter aragonés. Ahora lo ves casi seco cuando hace 3 meses casi se lleva una Expo por delante. Bueno, pues eso, toma la orilla, disfruta y cuando llegues a una plaza con obelisco, toma un parque y vete hasta el Castillo de la Aljafería.
— Algafeguia?
— Sí, cuesta decirlo, Al-ja-fe-rí-a. Es un castillo de origen árabe, más en concreto de la época de los reinos taifas. Es único. Pasea por su interior e imagina…
— Se bian, se bian. Sa sufí. E pur manyé? U e le Tubó? (trad. sim. Está bien, está bien. Es suficiente. ¿Y para comer? ¿Dónde está el Tubo?)
— Bueno, pues si me preguntas hace 5 o 6 años te diría que te olvidases del Tubo, pero ahora no. Muy cerca, antes de llegar al Tubo desde aquí, encontrarás excelentes bares de tapas. Elije bien ya que los hay muy caros y no tan buenos. También tienes muy cerca la Plaza Santa Marta que es un lugar exquisito y, además, bonito. Pero pregunta a los zaragozanos, ellos te aconsejarán lo mejor. Porque, ¿sabes?, los zaragozanos además de cazurros, cabezones y egoístas, son amables y todo…
— Oh, mersi mesié…
— De gian, maña…

Turistas en el monumento a Goya de la Plaza del Pilar (mucha cámara, claro)

Turistas en el monumento a Goya de la Plaza del Pilar (mucha cámara, claro)

En fin, que cualquiera diría otras rutas distintas de las “oficiales” cuando se recorre una ciudad… Pero la obligación y fidelidad del turista es persistente y continuaremos recorriendo siempre los mismos lugares que todos, perdiéndonos los rincones y encantos que toda urbe posee.

Etiquetas: , , , , , , , , ,

Comments No Hay Comentarios »

Se acabó lo que se daba. Ya está, se terminó. La Expo de nuestros amores y desamores ha finalizado y, al fin, hemos comprobado que sí existe vida tras la expo (ya ves, Carlos Mata, tu respondes a ¿Hay vida después de la Expo? con La vida después de la Expo) de la misma forma que la ha habido tras la puesta en marcha del Acelerador de Partículas (ver, por ejemplo, la noticia ¿Desaparecerá la Tierra el próximo 10 de septiembre? en el Heraldo, entre otros).

La Expo de Noche en junio

La Expo de Noche en junio

La sensación inicial del momento es de resaca, pero de las resacas con buen rollo, o sea, esas que te duele un huevo la cabeza pero te ríes al recordar todo lo que hiciste la noche anterior. Todo en Zaragoza durante hace más de dos años ha estado marcado por la Expo y, claro, al finalizar uno queda con el cuerpo vacío, con cierta depresión pero satisfecho. Sobre todo esa impresión es importante: la satisfacción por el trabajo bien hecho, por el legado urbano y social (por favor, leamos bien la Carta de Zaragoza), por una conciencia social inaudita en esta urbe (enhorabuena y gracias, voluntarios) que quiere perdurar y por un recuerdo que probablemente nos sobreviva.

Y puestos a recordar, me quedo con varios recuerdos musicales, uno de ellos el último día (además de muchos de los conciertos que ha habido y de los que he comentado en otras ocasiones, como por ejemplo los de Juan Luis Guerra y The Chieftains en el anterior post Septiembre agridulce (como las salsas de los restaurantes chinos)). Me refiero a los sonidos de la Expo (por cierto, señores de la casi extinta sociedad Expoagua, ¿se editará algún día un CD con las músicas de la Expo? Concreto: quiero guardar, no solo en mi memoria, las músicas de la Cabalgata “El despertar de la serpiente”, la del “Hombre Vertiente” y, sobre todo, la magnífica sinfonía para “Iceberg, sinfonía poético visual” de José Luis Romero). Lo reconozco: tras haber escuchado en 92 ocasiones, paseando a mi perra por las noches, la música de Iceberg, no puedo vivir sin ella; la tarareo sin cesar y molesto a mis vecinos cantandola a voz en pecho.

Respecto al último día, me quedo con Philip Glass, claro. El espectáculo de fuegos “Paisajes del río” fue eso, espectacular, pero la música de Glass que le acompañó me embriaga. Sus sonidos reiterantes que no repetidos, las voces atemporales y su capacidad de asombrar siempre me han encantado (reconozco que no es música fácil ni para todos los públicos: mis compañeros de trabajo me ponen a caldo cuando les deleito con su música y lo entiendo, es inaguantable, por eso sigo poniéndosela). Tal vez fue lo que hizo que la noche final de la Expo fuese inolvidable (bueno, junto con el infortunio de mi hijo Ángel al que se le ocurrió perder justamente ese día el Pasaporte que tanto le había costado completar con más de 100 estampaciones; por cierto, si alguien lo recogió, que se ponga en contacto con un servidor ;-))

Como suelo hacer últimamente, dejo como legado particular para los sufridos lectores, un vídeo de calidad deplorable (mi N95 no da mas de sí…) con los últimos minutos de apocalipsis del espectáculo y con el sonido bajo de la composición de Philip Glass.

Etiquetas: , , ,

Comments 3 Comentarios »

Ha vuelto a suceder, queridos seguidores. Septiembre se ha presentado con su crudeza, esperanza y colección de fascículos de armas de guerra oriental de la actualidad.

Y es que esto es así. Uno echa la culpa al retorno de las vacaciones, la vuelta del estrés y los gastos del cole de los ninios, pero no es así. La culpa es de septiembre. La prueba menos refutable se encuentra en que yo he vuelto a trabajar en agosto y no ha pasado nada. Pero volvemos el primero de septiembre y todo es distinto. Insisto, la culpa es del maldito mes, contradictorio hasta en su nombre (¿porqué es “séptimo” si es “noveno”?)

Porque es un mes de rupturas. La del retorno al curro es muy conocida y no insistiré. Solamente comentar que los caretos y tocaduras de oeufs de los compañeros y jefes son insoportables. Se diría que han sido infelices y quieren descargar su impotencia en quienes hemos aguantado estoicamente las canículas del mes octavo (este sí, el de Augusto, por cierto Emperador, como yo). Incluso llegan a producirse situaciones paradójicas (bueno, como diría alguien que yo sé “kafkianas” ;)); como resulta que tú, ingenuo, te fuiste a mitad de julio y ellos vueven a finales de agosto, la conclusión es obvia: has estado mes y medio de vacaciones.

Pero el curro es lo de menos. Al fin y al cabo uno se hace en un par de días a la rutina y ya está. Lo peor son otras cosas. Por ejemplo: septiembre es el último mes del año en que puedes admirar los generosos escotes y tirantes de sujetador de colores chillones. Esto que parece trivial, no lo es tanto para quienes crecimos en un momento digamos al menos que dudoso (adolescencia con destape incluida). Para nosotros la prenda más íntima visible en la parte superior de una chica era una hombrera. La fugaz visión de un pliegue de sujetador al asomar en la convexidad producida por dos botones de una camisa ajustada era digna de recuerdos y poluciones nocturnas. Pero eran otros tiempos…

Durante mucho tiempo mantuve la opinión de que lo mejor de ir adquiriendo cierta edad era la ampliación del número de mujeres que te podían llegar a gustar. Me explico: a los veinte años te gustan las chicas desde los 14 (o un poco más, que son unas niñas) hasta los veintipocos (que ya son unas abuelas). Con el paso del tiempo, el intervalo de edad se amplía y así, a los cuarenta, te gustand desde los 14 hasta los cuarenta y poco. Eso está bien y lo mantuve hasta no hace mucho en que mi amigo Juan Carlos “el moro” (un tanto mayor que yo y más precoz en dejar descendencia) me explicó que mi tesis era cierta salvo en un aspecto: llegaba un momento en que tus hijas crecían y alcanzaban edades que limitaban tu espectro mujeriego. Así, cuando tu hija cumple los 14 ya no ves chicas sino a tu hija y otras enemigas y, por tanto, dejan de gustar. Tal vez sea una respuesta de la Naturaleza a estas actividades promiscuas.

Pero estaba hablando de septiembre y sus cosas, no de mujeres. Siento irme del tema.

Septiembre también es el mes de los fascículos por excelencia (tal vez junto a enero, pero eso es otra cosa). Poco podemos comentar que no se haya dicho ya por la televisión, así que no insisto. Y también es el mes de las propuestas. Todo nos lo proponemos para mejorar: vamos a empezar a correr, tomaremos esa dieta que hemos abandonado en dieciocho ocasiones anteriores, volveremos al gimnasio como cuando teníamos dieciocho, etc. Y eso está bien, sobre todo cuando una semana después volvemos a la rutina ya comentada del curro…

Y en Zaragoza, como durante todo el verano, septiembre está en la boca de todos por la Expo. Es el último momento: tenemos que ver esos pabellones que nos faltan, entrar todos los días a ver no-sé-qué, pasear por la Avenida 2008 para tropezar con todo el mundo y, sobre todo, aprovechar lo poco que queda, que no se va a repetir y que lo que vemos ya no estará en unos meses. Pese a ser cierto, uno empieza a estar harto de ello. Últimamente ya no disfruto en la Expo lo que disfruté al principio. Todo son tumultos, gente y barullo. Me recuerdan a los odiados sábados de diciembre en El Corte Inglés. No los aguanto.

Bien es cierto que sigo acudiendo y buena prueba de ello son los dos vídeos pequeñitos (y de ínfima calidad) que dejo para el recuerdo. Son los dos últimos que he visto en la Expo y lo cierto es que he disfrutado (pese a lo dicho de encuentro multitudinario). Poco tienen que ver en estilo, pero es que yo nunca lo he tenido ;), ya sabéis, y los dos me gustaron y me gustan.

Corresponden el primero a Juan Luis Guerra (dejo “A pedir mi mano” que aunque es hortera de narices, tiene su marcha y es el único que grabé entero) que estuvo por acá el pasado sábado 29 de agosto. Al concierto acudió hasta uno que pasaba por Tudela y por ello se armaron hasta broncas por la prohibición de acceso. Además era sábado 29, penúltimo día en que caducaban muchos pases de tres días. Vamos, un follón de narices. Pero el concierto en sí, muy bien, con mucha entrega, mucha bachata y marcheta “pa bailá”, en la línea de Juan Luis Guerra.

Y el segundo al mini-concierto con que nos deleitaron los abuelos The Chieftains el pasado jueves en la Plaza Aragón de la Expo. Mini porque duró apenas una hora (incluido un bis), abuelos porque llevan desde 1963 y deleitaron porque fue una delicia volver a oírles tanto tiempo después (los sonidos deliciososo de “Women Of Ireland” de la banda sonora de “Barry Lyndon” de mi favorito Stanley Kubrick nos envolvieron e hicieron mágica la noche, de nuevo). Por cierto, podéis ver más vídeos y crónica en la Web de Gaby (“The Chieftains”) y en la de la Expo (“Chieftains, los jefes de la música irlandesa”).

Pero me he vuelto a ir un poco y no he terminado con el mes. De hecho estamos sólo a 6. Incluso me podríais reprender el porqué del título “agridulce”. Hasta ahora todo ha sido “agri” y falta el “dulce”. Para mí septiembre es dulce porque todavía se vive en la calle, el tiempo es plácido, vuelve a llover al fin después de tantos meses y, en el fondo, es encantador ver a los niños llorando con su inocencia a la entrada del cole, inermes ante lo que se les viene. O tal vez sea porque casi todos los cortes con mis ex-novias se producían este mes. O, seguramente, porque el título del post me gustaba, no así la comedia romántica de la cual se ha producido el plagio (Noviembre Dulce)…

Etiquetas: , , , , , , , ,

Comments 2 Comentarios »