Puntual como las elecciones yankees a celebrar en el segundo martes después del primer lunes tras un domingo primero que sigue a un viernes tardío de noviembre, hemos vuelto a celebrar nuestra célebre “Cena dominica”, conmemoración anual de los que compañeros fuimos de aquel colegio en los años sesenta y setenta.
Este año con participación más bien reducida (unos 20 fieles) pero con la alegría y gana de conversación habitual. Por allí aparecieron los habituales y una sorpresa, nuestro entonces “joven” profesor de ciencias naturales y conocido naturalista Carlos Enrique Pérez Collados, que se acercó a saludarnos y vernos ya creciditos.
En fin, un año más viejos, abundantes canas y kilos de más, pero alegres y contentos de volvernos a reunir.
Dejo, como es tradición, la pequeña galería que atestigua la celebración.
Me gusta de vez en cuando investigar y hacer pruebas que aunen mis diversas aficiones. En este sentido suelo hacer algunos desarrollos y estadísticas en base a los datos que voy obteniendo por mi afición a la genealogía. Fruto de este tipo de trabajos es, por poner solo un ejemplo, el documento que publiqué hace ya un par de años sobre Genealogía e Historia de Luceni (descargar, 2.1 MB). En el resumía los datos que me proporcionó el volcado de las partidas de bautismo de la parroquia.
En este sentido llevo algún tiempo dándole al tarro y dedicando el poco tiempo que me queda en un proyecto que estoy empeñado en realizar dentro de la Asociación de Genealogía AragónGen, que presido. Este es el volcado de censos electorales y padrones municipales de finales del XIX y principios del XX.
Estos documentos se encuentran microfilmados en los Archivos Históricos Provinciales (y en algún que otro archivo, ayuntamiento o institución) y son de uso habitual en quienes realizamos este tipo de investigaciones. Al fin y al cabo es una fuente (ver Cómo hacer mi árbol genealógico 3ª parte) interesante al presentar los datos de nuestros bisabuelos o más. Ello conlleva que muchos de nosotros tenemos algunos de estos documentos y la puesta en común hace poder cubrir la geografía aragonesa con muchos de sus apellidos y gentes.
A veces, en sueños, imagino un volcado completo de estos censos pudiendo consultar on-line la distribución de apellidos y sus desplazamientos (migraciones) así como poder encontrar algún dato de nuestros antepasados sin movernos del sillón (ideal para nuestros hermanos del otro lado del océano).
Pues eso, en ello estamos. Me ha costado pero he ido poniendo las cosas en su sitio y ya hay algo. El mayor problema, como siempre, era obtener un modelos de datos coherente con el tipo de información a almacenar, y después realizar una pequeña aplicación web que permitiera la consulta. Eso es lo que he ido haciendo y se encuentra en el área privada de socios de AragónGen.
Para adornar la cosa (y aquí es donde he hecho las pruebecitas), he trabajado algo con el API de Google Maps para publicar un mapa con la localización de los censos ya volcados, indicando el año del censo. Es la primera vez que me enfrento a este tipo de desarrollos y, de momento, me parece interesantísimo, aunque no he hecho sino empezar.
Solo mencionar que sin la colaboración en la aportación de datos de algunos de los socios esto no tendría sentido. Sólo uno de ellos (Ramiro Campos Otal) ha aportado alrededor de 80. Mi agradecimiento eterno por tan sublime trabajo (recordar que hay que partir de las imágenes obtenidas por microfilmado y trasladar manualmente los datos a un formato digital, por ejemplo Excel, persona a persona, censado a censado, con nombre, apellidos, edad, domicilio, alfabetización, etc.)
Gracias a todos, sobre todo a Ramiro, y esperemos que trabajos de este tipo aporten abundante conocimiento y estudios sobre Aragón.
Lo que viene a continuación intenta describir a ese tipo de personajes siniestros que desgraciadamente son frecuentes en el mundo empresarial. Son esos que entienden que “todo vale” para llevarse cuentas y recurren a cualquier estratagema con tal de conseguirlo. También son los que confunden “software libre” con “pirateo gratis”…
Esta semana pasada recibo un aviso de otro “personaje” compañero de trabajo. Parece ser que el individuo descrito anteriormente se está dedicando a enseñar unas fotos que publiqué en un desgraciado e insulso post bajo el título ¿Dónde vivo? en el que pretendía (no sé porqué) enseñaros dónde suelo pasar mi jornada laboral (mejor dicho, donde solía, ya que ahora estoy en otro despacho). En las fotos aparecía, parcial y sombrío, parte del centro de datos donde tenemos alojados los servicios y servidores de Internet. Pues bien, el estúpido individuo se dedica a enseñar a clientes las fotos como imagen de nuestro centro de datos.
Lo cierto es que me quedé estupefacto. La primera impresión fue retirarlas, pero lo he pensado mejor, le voy a enseñar mucho mejor lo que realmente es un centro de cálculo. Si quieres, individuo inepto, puedes ver una mejor imagen aquí. Aprovéchala.
Lo peor del caso son varias reflexiones (por fin algo relacionado con el título del blog) que me han venido a partir de entonces: por un lado, la pérdida de la inocencia; he sido inocente, sí, publicando unas fotos relacionadas con el trabajo que tal vez nunca debería haber puesto. Por otro lado, volvemos al tema de la privacidad y del uso indiscriminado de contenidos en Internet: debería volver a poner el contrato de Coloriuris de Pedro J. Canut para proteger de alguna forma los contenidos de la web. Y por último, la existencia de este tipo de personas, que ni saben de blogs ni de Internet ni de leyes ni de tecnología, ni de nada.
No quiero decir su nombre, sería publicidad a tal individuo. Sólo recordar que en los últimos 10 años ha pasado por más de 5 empresas, consiguiendo en unos casos cerrarlas y en otros que le echaran. Yo coincidí con él en dos empresas: Random e Izquierdo. Solo hay que preguntar a sus compañeros y subordinados la opinión que tienen de él.
Lo más indigno del asunto, o casi, es que el mismo día que me dijeron (por la tarde) esta siniestra actividad, me lo encontré (por la mañana) en la jornada de Microsoft del Technet Technology Tour 08 en el Centro de Tecnologías Avanzadas y me saludó efusivamente, me preguntó por los chicos y casi me abraza…
Bueno, con lo dicho muchos en Zaragoza lo conoceréis y si no, mejor para vosotros. No merece la pena ni una sola línea más. ¡Ahí te pudras! (Aunque estoy seguro que no leerá esto: dudo mucho que haya leído nada nunca)
Además de la foto entregada en el anterior post, hay más, claro. Estas las podéis encontrar en la galería bajo el título “Fotos del Pilar 2008“, aunque también las pongo a continuación.
Los asiduos, amigos y conocidos ya saben mi ancestral costumbre de acudir a la ofrenda de flores de las fiestas del Pilar de Zaragoza ataviado con la indumentaria adecuada. Es una tradición que se remonta a mis 7 añitos, cuando mis padres me vistieron de baturro y me mandaron a la ofrenda. Desde entonces, con muchos altibajos, ha perdurado y a partir del nacimiento de mis hijos se ha vuelto de nuevo fija.
Por ello, incluyo a continuación, la foto que atestigua esta permanencia, pese a las inclemencias meteorológicas de este año.
Ofrenda de flores de las fiestas del Pilar 2008 de Zaragoza
Muchos de los amigos comentan que siempre es la misma foto, pero no es cierto. Lo que sucede es que el tiempo no pasa para quienes nos conservamos en una solución al 50% de tabaco y formol.
Posiblemente lo único que salva la situación que describo a continuación sea la solidaridad. Y es que en el fondo todos somos iguales…
Este verano, con jornada continua, Expo y algunos días de Rodríguez incluidos, he tenido algo de tiempo para hacer una de las actividades que siempre más me ha gustado: pasear por la Zaragoza de mis amores y desamores. Antes lo hacía con frecuencia, en concreto era fijo el paseo matutino-dominical lleno de fotografías, museos, exposiciones (que no expos) y vermús. La mezcla incomparable de resaca-dormir_poco-ensoñamiento era perfecta y las fotografías y recuerdos de aquellos días también. Por cierto, el otro día desempolvé los álbunes y carpetas de diapositivas de aquella época y había alguna buena. Decidí digitalizarlas para poder trabajar y publicar; hice una selección, mejor dicho, lo intenté y salieron alrededor de 4.000. La cuenta fue inmediata: 4.000 x 0,35 = 1.400 €. Intuitivamente eché mano al bolsillo y decidí que debería hacer una nueva revisión… hasta hoy.
Pero siempre me voy del tema, narices. La cuestión está que entre tanto paseo y debido en gran parte a la gran afluencia que ha tenido la Expo (por cierto y hablando de cuentas, aunque me vaya de tema, la afluencia vuelve a ser una medida relativa; nos inundan sobre el éxito que supone los 5,5 millones de visitantes y la cifra en sí, cierto es, es grande, casi astronómica; pero uno, un poco dado a las cuentas no sé por qué, pensaba que si se habían vendido 30.000 pases de día entero y otros 30.000 de pase nocturno, eso sumaba 60.000 y teniendo en cuenta que cualquiera de esos afortunados entraría del orden de 25 veces eso quita ya 1,5 millones de visitantes, dejando más que escueta la cifra astronómica anterior; eso sin contar que no se ha dicho cómo se contaban los pases, porque uno podía entrar y salir, sin saber la contabilización…) Zaragoza se nos ha llenado de esos ilustres paseantes conocidos como turistas.
Turistas en la Plaza del Pilar de Zaragoza
Debo decir, en consonancia con el primer párrafo, que lo primero que hay que declarar es que todos somos turistas. Esto nos salva porque es insólita su propia figura: son las 15:00 horas, el termómetro oficial marca 41ºC (los de los mupis, 48), los comercios en su mayoría cerrados, los zaragozanos, conocedores, se ocultan en cualquier lugar… pues allí está, el turista, sufrido pero persistente, pasea por la Plaza del Pilar, cámara en mano, hijos en la otra y gorrita de John Deere (bueno, seguro que es de Dolce&Gabbana, pero mis recuerdos rurales de la infancia persisten con la conocida marca de maquinaria agrícola). Siempre están en la Plaza del Pilar. Mira que hay sitios más bonitos e interesantes, pero todos pasan por allí.
Claro que cuando yo voy a París, paseo cámara en mano y niños en la otra por la Torre Eiffel y no me sacan de allí, o en Venecia siempre acabo en la Plaza de San Marcos. Todos sabemos que hay otros rincones, lugares y espacios más interesantes, pero el turismo es lo primero y hay que cumplir.
Si nos dedicásemos a preguntar, a hablar y comunicarnos con la gente, encontraríamos otros lugares, posiblemente no tan conocidos pero encantadores, sujetos a la subjetividad de nuestro interlocutor y, por tanto, seguro que apetecibles. Si preguntásemos a los habitantes y residentes del lugar destino de nuestra estancia turística descubriríamos otro lugar.
Pongamos un ejemplo: se me acerca Mme. Dupont (todos los franceses se llaman así, ¿no?), residente en Saint Nazaire (en bretón Sant-Nazer), departamento de Loire-Atlantique, junto a la maldita bola del mundo próxima al Pilar y los Juzgados:
— Bonyú, mesié. U es que ye peu aler a quelque lieu enteresan par isi? La Pilarica et el luan disi?(traducción simultánea: Tío, ¿dónde puedo ir a algún sitio interesante por aquí? ¿La Pilarica está lejos de aquí?)
— Pues mira, maña. Lo primerico es que casi te partes los piños contra la columna. Lo segundico es que no sé quien coño te ha dicho lo de la Pilarica ya que nadie en Zaragoza la llama así: es el Pilar o la Virgen del Pilar, nunca la Pilarica (creo que lo inventó uno de Madrid que pasaba por aquí y conjuntó nuestro diminutivo característico -también navarro, claro- con nuestra diminuta representación de la advocación pilarista). Lo tercerico es que ¿ves esta gran basílica?, pues bien, es el Pilar y ya lo has visto. Si tienes mucho tiempo pon una vela y mira a lo lejos algún fresco de Goya y Bayeu, pero como no lo tienes y llevas gafas, déjalo. Haz otra cosa, ¿ves esa torre al fondo, encima de una fachada blanca-blanca y un edificio que no pega ni junta delante? Pues eso es La Seo (que no el Aseo) y es la verdadera Catedral de Zaragoza. El 95% de la gente que viene a Zaragoza entra en el Pilar y no va a La Seo, ellos se lo pierden, tu no deberías.
Catedral de La Seo de Zaragoza
— Oh, se mañifique…
— Pues sí, es magnífica y mañífica, tienes razón. Encontrarás en ella todos los estilos desde el románico hasta el neoclásico y tendrás un magnífico ejemplo y recuerdo de uno de nuestros estilos más peculiares: el mudéjar. Además, si puedes perderte por las callejuelas que lo rodean, encontrarás calles encantadoras y preciosos palacios renacentistas…
— Oh-la-la…
— Pues sí, ya veo que lo coges: La – La Seo. Pero también si tienes algo más de tiempo te recomiendo que salgas a la ribera, pasees un poco por ella y mires su río. Se llama el Ebro (O Ebro en lengua aragonesa, único río masculino ya que todos son femeninos: a Zinca, a Uerba, etc.) y es tan contradictorio y cambiante como el carácter aragonés. Ahora lo ves casi seco cuando hace 3 meses casi se lleva una Expo por delante. Bueno, pues eso, toma la orilla, disfruta y cuando llegues a una plaza con obelisco, toma un parque y vete hasta el Castillo de la Aljafería.
— Algafeguia?
— Sí, cuesta decirlo, Al-ja-fe-rí-a. Es un castillo de origen árabe, más en concreto de la época de los reinos taifas. Es único. Pasea por su interior e imagina…
— Se bian, se bian. Sa sufí. E pur manyé? U e le Tubó? (trad. sim. Está bien, está bien. Es suficiente. ¿Y para comer? ¿Dónde está el Tubo?)
— Bueno, pues si me preguntas hace 5 o 6 años te diría que te olvidases del Tubo, pero ahora no. Muy cerca, antes de llegar al Tubo desde aquí, encontrarás excelentes bares de tapas. Elije bien ya que los hay muy caros y no tan buenos. También tienes muy cerca la Plaza Santa Marta que es un lugar exquisito y, además, bonito. Pero pregunta a los zaragozanos, ellos te aconsejarán lo mejor. Porque, ¿sabes?, los zaragozanos además de cazurros, cabezones y egoístas, son amables y todo…
— Oh, mersi mesié…
— De gian, maña…
Turistas en el monumento a Goya de la Plaza del Pilar (mucha cámara, claro)
En fin, que cualquiera diría otras rutas distintas de las “oficiales” cuando se recorre una ciudad… Pero la obligación y fidelidad del turista es persistente y continuaremos recorriendo siempre los mismos lugares que todos, perdiéndonos los rincones y encantos que toda urbe posee.
Se acabó lo que se daba. Ya está, se terminó. La Expo de nuestros amores y desamores ha finalizado y, al fin, hemos comprobado que sí existe vida tras la expo (ya ves, Carlos Mata, tu respondes a ¿Hay vida después de la Expo? con La vida después de la Expo) de la misma forma que la ha habido tras la puesta en marcha del Acelerador de Partículas (ver, por ejemplo, la noticia ¿Desaparecerá la Tierra el próximo 10 de septiembre? en el Heraldo, entre otros).
La Expo de Noche en junio
La sensación inicial del momento es de resaca, pero de las resacas con buen rollo, o sea, esas que te duele un huevo la cabeza pero te ríes al recordar todo lo que hiciste la noche anterior. Todo en Zaragoza durante hace más de dos años ha estado marcado por la Expo y, claro, al finalizar uno queda con el cuerpo vacío, con cierta depresión pero satisfecho. Sobre todo esa impresión es importante: la satisfacción por el trabajo bien hecho, por el legado urbano y social (por favor, leamos bien la Carta de Zaragoza), por una conciencia social inaudita en esta urbe (enhorabuena y gracias, voluntarios) que quiere perdurar y por un recuerdo que probablemente nos sobreviva.
Y puestos a recordar, me quedo con varios recuerdos musicales, uno de ellos el último día (además de muchos de los conciertos que ha habido y de los que he comentado en otras ocasiones, como por ejemplo los de Juan Luis Guerra y The Chieftains en el anterior post Septiembre agridulce (como las salsas de los restaurantes chinos)). Me refiero a los sonidos de la Expo (por cierto, señores de la casi extinta sociedad Expoagua, ¿se editará algún día un CD con las músicas de la Expo? Concreto: quiero guardar, no solo en mi memoria, las músicas de la Cabalgata “El despertar de la serpiente”, la del “Hombre Vertiente” y, sobre todo, la magnífica sinfonía para “Iceberg, sinfonía poético visual” de José Luis Romero). Lo reconozco: tras haber escuchado en 92 ocasiones, paseando a mi perra por las noches, la música de Iceberg, no puedo vivir sin ella; la tarareo sin cesar y molesto a mis vecinos cantandola a voz en pecho.
Respecto al último día, me quedo con Philip Glass, claro. El espectáculo de fuegos “Paisajes del río” fue eso, espectacular, pero la música de Glass que le acompañó me embriaga. Sus sonidos reiterantes que no repetidos, las voces atemporales y su capacidad de asombrar siempre me han encantado (reconozco que no es música fácil ni para todos los públicos: mis compañeros de trabajo me ponen a caldo cuando les deleito con su música y lo entiendo, es inaguantable, por eso sigo poniéndosela). Tal vez fue lo que hizo que la noche final de la Expo fuese inolvidable (bueno, junto con el infortunio de mi hijo Ángel al que se le ocurrió perder justamente ese día el Pasaporte que tanto le había costado completar con más de 100 estampaciones; por cierto, si alguien lo recogió, que se ponga en contacto con un servidor ;-))
Como suelo hacer últimamente, dejo como legado particular para los sufridos lectores, un vídeo de calidad deplorable (mi N95 no da mas de sí…) con los últimos minutos de apocalipsis del espectáculo y con el sonido bajo de la composición de Philip Glass.
Ha vuelto a suceder, queridos seguidores. Septiembre se ha presentado con su crudeza, esperanza y colección de fascículos de armas de guerra oriental de la actualidad.
Y es que esto es así. Uno echa la culpa al retorno de las vacaciones, la vuelta del estrés y los gastos del cole de los ninios, pero no es así. La culpa es de septiembre. La prueba menos refutable se encuentra en que yo he vuelto a trabajar en agosto y no ha pasado nada. Pero volvemos el primero de septiembre y todo es distinto. Insisto, la culpa es del maldito mes, contradictorio hasta en su nombre (¿porqué es “séptimo” si es “noveno”?)
Porque es un mes de rupturas. La del retorno al curro es muy conocida y no insistiré. Solamente comentar que los caretos y tocaduras de oeufs de los compañeros y jefes son insoportables. Se diría que han sido infelices y quieren descargar su impotencia en quienes hemos aguantado estoicamente las canículas del mes octavo (este sí, el de Augusto, por cierto Emperador, como yo). Incluso llegan a producirse situaciones paradójicas (bueno, como diría alguien que yo sé “kafkianas” ;)); como resulta que tú, ingenuo, te fuiste a mitad de julio y ellos vueven a finales de agosto, la conclusión es obvia: has estado mes y medio de vacaciones.
Pero el curro es lo de menos. Al fin y al cabo uno se hace en un par de días a la rutina y ya está. Lo peor son otras cosas. Por ejemplo: septiembre es el último mes del año en que puedes admirar los generosos escotes y tirantes de sujetador de colores chillones. Esto que parece trivial, no lo es tanto para quienes crecimos en un momento digamos al menos que dudoso (adolescencia con destape incluida). Para nosotros la prenda más íntima visible en la parte superior de una chica era una hombrera. La fugaz visión de un pliegue de sujetador al asomar en la convexidad producida por dos botones de una camisa ajustada era digna de recuerdos y poluciones nocturnas. Pero eran otros tiempos…
Durante mucho tiempo mantuve la opinión de que lo mejor de ir adquiriendo cierta edad era la ampliación del número de mujeres que te podían llegar a gustar. Me explico: a los veinte años te gustan las chicas desde los 14 (o un poco más, que son unas niñas) hasta los veintipocos (que ya son unas abuelas). Con el paso del tiempo, el intervalo de edad se amplía y así, a los cuarenta, te gustand desde los 14 hasta los cuarenta y poco. Eso está bien y lo mantuve hasta no hace mucho en que mi amigo Juan Carlos “el moro” (un tanto mayor que yo y más precoz en dejar descendencia) me explicó que mi tesis era cierta salvo en un aspecto: llegaba un momento en que tus hijas crecían y alcanzaban edades que limitaban tu espectro mujeriego. Así, cuando tu hija cumple los 14 ya no ves chicas sino a tu hija y otras enemigas y, por tanto, dejan de gustar. Tal vez sea una respuesta de la Naturaleza a estas actividades promiscuas.
Pero estaba hablando de septiembre y sus cosas, no de mujeres. Siento irme del tema.
Septiembre también es el mes de los fascículos por excelencia (tal vez junto a enero, pero eso es otra cosa). Poco podemos comentar que no se haya dicho ya por la televisión, así que no insisto. Y también es el mes de las propuestas. Todo nos lo proponemos para mejorar: vamos a empezar a correr, tomaremos esa dieta que hemos abandonado en dieciocho ocasiones anteriores, volveremos al gimnasio como cuando teníamos dieciocho, etc. Y eso está bien, sobre todo cuando una semana después volvemos a la rutina ya comentada del curro…
Y en Zaragoza, como durante todo el verano, septiembre está en la boca de todos por la Expo. Es el último momento: tenemos que ver esos pabellones que nos faltan, entrar todos los días a ver no-sé-qué, pasear por la Avenida 2008 para tropezar con todo el mundo y, sobre todo, aprovechar lo poco que queda, que no se va a repetir y que lo que vemos ya no estará en unos meses. Pese a ser cierto, uno empieza a estar harto de ello. Últimamente ya no disfruto en la Expo lo que disfruté al principio. Todo son tumultos, gente y barullo. Me recuerdan a los odiados sábados de diciembre en El Corte Inglés. No los aguanto.
Bien es cierto que sigo acudiendo y buena prueba de ello son los dos vídeos pequeñitos (y de ínfima calidad) que dejo para el recuerdo. Son los dos últimos que he visto en la Expo y lo cierto es que he disfrutado (pese a lo dicho de encuentro multitudinario). Poco tienen que ver en estilo, pero es que yo nunca lo he tenido ;), ya sabéis, y los dos me gustaron y me gustan.
Corresponden el primero a Juan Luis Guerra (dejo “A pedir mi mano” que aunque es hortera de narices, tiene su marcha y es el único que grabé entero) que estuvo por acá el pasado sábado 29 de agosto. Al concierto acudió hasta uno que pasaba por Tudela y por ello se armaron hasta broncas por la prohibición de acceso. Además era sábado 29, penúltimo día en que caducaban muchos pases de tres días. Vamos, un follón de narices. Pero el concierto en sí, muy bien, con mucha entrega, mucha bachata y marcheta “pa bailá”, en la línea de Juan Luis Guerra.
Y el segundo al mini-concierto con que nos deleitaron los abuelos The Chieftains el pasado jueves en la Plaza Aragón de la Expo. Mini porque duró apenas una hora (incluido un bis), abuelos porque llevan desde 1963 y deleitaron porque fue una delicia volver a oírles tanto tiempo después (los sonidos deliciososo de “Women Of Ireland” de la banda sonora de “Barry Lyndon” de mi favorito Stanley Kubrick nos envolvieron e hicieron mágica la noche, de nuevo). Por cierto, podéis ver más vídeos y crónica en la Web de Gaby (“The Chieftains”) y en la de la Expo (“Chieftains, los jefes de la música irlandesa”).
Pero me he vuelto a ir un poco y no he terminado con el mes. De hecho estamos sólo a 6. Incluso me podríais reprender el porqué del título “agridulce”. Hasta ahora todo ha sido “agri” y falta el “dulce”. Para mí septiembre es dulce porque todavía se vive en la calle, el tiempo es plácido, vuelve a llover al fin después de tantos meses y, en el fondo, es encantador ver a los niños llorando con su inocencia a la entrada del cole, inermes ante lo que se les viene. O tal vez sea porque casi todos los cortes con mis ex-novias se producían este mes. O, seguramente, porque el título del post me gustaba, no así la comedia romántica de la cual se ha producido el plagio (Noviembre Dulce)…
Me llamo Antonio y tengo cuarentaytantos. Trabajo como profesional TIC en una empresa de Zaragoza. Casado, dos hijos y una vida muy normal...
Algunas aficiones confesables y otras inconfesables. Genealogía, fotografía, montaña, deporte, lectura y la convergencia afición-profesión: sistemas, Internet, programación, ...
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