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Aquellos que no peinamos canas todavía pero que casi estamos en ello pues estamos en edad de merecer, tenemos una cierta predilección por un medio de transporte que conocimos siendo niños y que de forma inexplicable nos robaron. Se trata evidentemente del tranvía, ese medio que ahora vuelve a la modernidad disfrazada de ecología y vete-tú-a-saber.

Los recuerdos de este sistema de movilidad urbana son lejanos pero sugerentes. Yo fui más asiduo del trolebús ya que conducía del centro a mi barrio pero de vez en cuando también lo tomaba. Era curioso…

Entre esos recuerdos destaco dos. El primero es vivido por mí mismo y es el de ver a los zagales montarse en la parte trasera (con el riesgo que tenía, por dios…) bajo los gritos del cobrador (que había cobrador y conductor, claro, dos puestos de trabajo, ¡a ver si aprendemos…!) y desenganchar el trole (barra que conducía la corriente eléctrica desde los cables) dejando al pobre tranvía tirado.

Fotografía del tranvia de Zaragoza en los años 50 tomada del sitio web de Rafael Castillejo en www.zaragozadirecto.com

Fotografía tomada del sitio web de Rafael Castillejo en www.zaragozadirecto.com

El segundo es contado en boca de mi padre. Él decía que en cierta época (no sé muy bien cuando sería) se enfrentaron varias veces la Sociedad Deportiva Huesca y el Real Zaragoza en partidos de fútbol. Digo que no sé muy bien cuándo porque no ha habido excesivos derbies entre ambos equipos hasta el año pasado, tal vez fuera en el anterior, allá por el año 50… Pues bien, parece ser que en uno de ellos celebrado en Huesca, los zaragozanos fueron al partido y previo a éste se pasearon por los Porches de Galicia y el Coso de Huesca con tranvías de juguete demostrando la “modernidad” que suponía tener ese medio de transporte que la capital altoaragonesa no poseía. Era un pique casi inocente aunque, siempre bajo la versión de mi informante, se producían ciertos mosqueos.

Pero llegó el partido de vuelta en el que los seguidores oscenses aparecieron en el campo de fútbol de Torrero (todavía no existía “La Romareda”) con una pancarta plegada y misteriosa que no abrieron hasta comenzado el partido. En ella se podía leer: “Las orillas del Isuela saludan a los bordes del Ebro“.

Campo de fútbol de Torrero en Zaragoza. Fotografía de Ángel Aznar, tomada del sitio web de Rafael Castillejo en www.rafaelcastillejo.com

Campo de fútbol de Torrero en Zaragoza. Fotografía de Ángel Aznar, tomada del sitio web de Rafael Castillejo en www.rafaelcastillejo.com

(Por cierto, visita la página de Rafael Castillejo que guarda verdaderas joyas fotográficas de esa Zaragoza perdida)

Me encanta la anécdota en la que el tranvía parece que posee un significado de modernidad que en estos tiempos, y de la mano de nuestro augusto alcalde Belloch, vuelve a repetirse.

Y es que, según parece, el tranvía ha vuelto como símbolo de progreso para las ciudades que pueden permitirse el lujo de tenerlo. Las elegidas no son muchas, ahora veremos porqué, pero supongo que dentro de los parámetros de ciudad moderna (como uno que leí consistente en tener un Ikea) éste es de los importantes.

Por ello, por este progreso y por mis recuerdos infantiles relacionados con el tranvía, me hacía cierta ilusión su implantación. Pero una vez tomada la decisión por nuestro ayuntamiento, uno empieza a preguntarse ciertas cosas que tienen una respuesta un tanto dudosa.

Lo primero es, evidentemente, el coste. He intentado indagar un poco y me he estremecido. Vamos a ver: según el presupuesto inicial (que sabemos que se incrementará en un 50%, al menos, según la tónica general) es de 400 millones de euros, como indica la propia web del Ayuntamiento de Zaragoza sobre el tranvía. No está nada mal, la verdad.

Y como uno, deformación total, es un tanto amigo de las cuentas, me he dedicado a hacer alguna. Lo primero que he consultado cuál es el presupuesto en transporte actualmente: según el propio Ayuntamiento de Zaragoza en la presentación del proyecto de presupuestos del 2009 declara que son 28.946.026 €. Bueno, si incluímos la inversión de 5,5 millones en 24 nuevos autobuses y la parte correspondiente del Centro de Control de Tráfico, pondremos unos 35 millones al año de gastos de transporte. No sé si me dejo algo, pero creo que no.

Así las cosas, podemos deducir lo siguiente:

  • Con el dinero de inversión en el tranvía podemos financiar 11 años de transporte con autobuses como ahora, renovando 25 cada año. Dicho de otra forma, con ese dinero podemos hacer gratis el autobus 11 años para los zaragozanos; ¡buena forma de fomentar el transporte público!
  • O bien, podemos mejorar el transporte actual. Imaginemos que invertimos otro tanto que lo que se gasta ahora cada año (es decir, en vez de 35 millones, dediquemos 70 millones al año). Podemos, por ejemplo, doblar el número de autobuses y con ello reducir a la mitad la frecuencia en las líneas. ¡Otra buena forma de fomento!
  • Pero también podríamos hacer el tan socorrido reparto. Tomamos los 400 millones y los repartimos entre los 650.000 zaragozanos para que ellos mismos mejoren su transporte. Pues nos toca a más de 600 €.

En fin, sé que estas cuentas no valen mucho pero sí que es obvio el despilfarro. Es un antojo con un coste desmesurado. Uno a veces piensa que ayuntamientos de este tamaño necesitan obras gigantescas para… Lo digo de otro modo: un 5% de 400 millones son 20 millones de euros que no son difíciles de acabar en algunos bolsillos. Hacen falta muchas obras menores para una cantidad así, notándose mucho más.

Lo cierto es que no quiero acusar, pero haberlas, haylas…

La segunda pregunta está en el uso y su rentabilidad. Sólo se trata de una línea, bien es cierto que en un trayecto que recorre áreas muy pobladas, pero no sé si se justifica. Desde luego, yo poco mal daré allí (además de que últimamente sólo cojo bicicleta para todo) pues no se aproxima a mis trayectos habituales.

Recorrido del tranvía zaragozano

Recorrido del tranvía zaragozano

La tercera me ronda en las afecciones que resulten. Por un lado las de la construcción de la plataforma que de entrada ya se ha cargado (de nuevo, cielos) unos cuantos árboles en el Paseo de Isabel la Católica y que se repetirán en otros entornos. No me quiero imaginar cómo puede afectar en Gran Vía, donde ahora trabajo (de hecho ya hemos tomado medidas para trasladar servidores porque no ganaremos para discos duros estropeados y, sobre todo, para sustos). Pero por otro las posteriores: el aumento del caos en el tráfico (no creo que muchos zaragozanos dejen el coche por existir el tranvía, sinceramente), los probables accidentes, la continuidad en el servicio, etc.

La verdad es que son muchas dudas, demasiadas. No me quiero negar a la modernidad (a la que tan aficionados se vuelven los alcaldes socialistas zaragozanos en sus segundos mandatos: Ramón Sainz de Varanda, Antonio González Triviño (ufff…) y Juan Alberto Belloch Julbe) pero el coste es desorbitado para el servicio que prestará.

Me temo que habrá otros intereses además de los oficiales…

PS: Por cierto, hacía un montón que no escribía aquí. Y que ancho me he quedado…

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El tiempo pasa inexorable. Ya hace tres meses que no me actualizan y yo, aquí, solo, esperando… Algunos ojos me miran y otros, amigos, me interrogan para conocer la razón por la que no me escriben, no me dan contenido…

De hecho, pensé que o bien la tristeza por la muerte informada en el anterior comentario (eterno ya en la primera posición de mi página inicial) o bien una idéntica suerte acaecida al “autor”, le impedían mi actualización.

Por ello, el otro día estuve hablando con Antonio al respecto. La verdad es que está muy rarito. No se que me dijo de “falta de tiempo”, “angustias”, “empacho de blogs”, “genealogías varias”, “otras actividades”, etc. Pero yo no le creo: estoy seguro de que lo que sucede es que no tiene nada que decir y que su ausencia es forzada por su falta de imaginación.

Claro que hasta su aspecto ha dejado mucho que desear. Si no, mirad vosotros mismos el aspecto de náufrago inicial que deviene en chico bueno gracias a una meritoria metamorfosis:

Imagen de un naufragio: Antonio

Imagen de un naufragio: Antonio


Antonio con perilla, oops!

Antonio con perilla, oops!


Antonio con bigote, sin comentarios

Antonio con bigote, sin comentarios


Antonio sin comentarios

Antonio sin comentarios

Y por fin:

Antonio normal, si es posible

Antonio normal, si es posible

Pero yo sólo soy una puta bitácora y no tengo derechos, por lo visto. Ni le pude aconsejar en su impresentable imagen ni ayudar cuando el pie le hizo “clac” haciendo deportes de alto riesgo (basket, a su edad). Lo único que pude hacer es robarle una foto de su flamante escayola, que por lo visto decidió voluntariamente quitarse el otro día. Peor para él.

Antonio con pie pero sin él

Antonio con pie pero sin él

Por ello he decidido autopublicarme. Supongo que a este paso no será la última vez. O bien le forzaré, amenazaré y chantajearé. Tiempo al tiempo.

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Muchas veces lo sentía pero jamás como aquella noche. Muchas veces, al salir de ver una película, me encontraba en una ensoñación misteriosa, ajena por completo al contenido de la misma, pero producida por ella. Muchas veces lo sentí; hoy sólo lo recuerdo.

Yo tendría 18 años. Acababa de ver una película que, pese a que de alguna forma me impactó (tal vez debido a la historia que sigue), casi podríamos calificar de bodrio. Nunca me gustó mucho Almodóvar pero, además, en sus inicios hay que reconocer que eran más que flojito. En cualquier caso sus historias nunca dejan de sorprender, mezcla de originalidad y un punto de vista naturalista no muy frecuente hasta él en el cine español. Se trataba de “Laberinto de pasiones” una especie de comedia de enredo posmoderna, ambientada en el Madrid de la “movida” con personajes y ambientes casi delirantes.

Serían sobre las nueve de la noche cuando salí de las salas “Multicines Buñuel” (que en paz descansen, por desgracia) donde se proyectaba. Yo entonces era asiduo de esta y de otras salas, pues solía ver unas tres o cuatro películas a la semana. Era de noche pero la suave primavera hacía que el ambiente fuera acogedor, casi embriagador. Poca gente andaba por las calles; era día laborable y muchos ya se habían recogido en sus casas.

Tomé el autobús, línea 38, dirección Ciudad Jardín. Iba casi vacío y me senté en uno de los asientos en sentido dirección del tráfico.

Dos paradas habían pasado cuando una chica, aproximadamente de mi edad, subió al autobús y se sentó en el asiento frente al mío, sentido contramarcha. Era morena, ojos verdes, profundos y graciosos. La melena rizada le cubría los hombros y la blanca blusa vaporosa. Me miró y la miré.

Sus ojos transmitían mil sensaciones, hablaban sin decir nada y cambiaban en cien matices de pasión. Yo ni me movía, no podía separar la vista, sin apenas parpadear. Quería hablarle, preguntarle su nombre y decirle lo que sentía, pero algo me sujetaba al asiento y no dejaba mover la cabeza para no perder la visión de sus ojos. Los dos oíamos las paradas del autobús pero nuestras miradas no dejaban de enredarse y esos sentidos menores pasaban desapercibidos.

Por un momento fui capaz de cerrar los ojos. A punto estuve de pellizcarme para ver si estaba despierto o para comprobar que todavía no había salido de la sala de cine. Al abrirlos, sus ojos estaban allí, hablando sin pestañear y diciendo mil frases ininteligibles pero apasionadas.

No sé cuánto tiempo duró, creo que la eternidad. Sólo sé que ambos oímos una voz entre sueños que se iba convirtiendo en grito. Era el conductor del autobús que nos insistía en que era la última parada y debíamos descender. Despertamos sin dejar de mirarnos.

Yo, intuitivamente, tomé dirección a la puerta, pasando al lado de ella y rozando mi mano con la suya de forma deliberada. Bajé a la noche oscura. Al volverme vi que ella se dirigía al conductor y pagaba un nuevo billete para tomar el camino inverso.

El autobús partió, llevando a mi chica a lo desconocido.

Muchas veces pensé en ella. Muchas veces volví a montar en el 38 a la misma hora y el mismo día de la semana. A menudo bajaba en paradas intermedias y recorría las calles buscando un fantasma. Recuerdo que lo comenté con mis amigos quienes me dijeron que porqué había sido tan pavo de no decirle nada. Yo sé que eso no tenía sentido.

Nunca la volví a ver.

La olvidé un tiempo después. Hoy recuerdo su melena y sus ojos verdes y sé que estuve frente al fantasma de mis propios sueños, amplificado por una cutre película de Almodóvar.

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Puntual como las elecciones yankees a celebrar en el segundo martes después del primer lunes tras un domingo primero que sigue a un viernes tardío de noviembre, hemos vuelto a celebrar nuestra célebre “Cena dominica”, conmemoración anual de los que compañeros fuimos de aquel colegio en los años sesenta y setenta.

Este año con participación más bien reducida (unos 20 fieles) pero con la alegría y gana de conversación habitual. Por allí aparecieron los habituales y una sorpresa, nuestro entonces “joven” profesor de ciencias naturales y conocido naturalista Carlos Enrique Pérez Collados, que se acercó a saludarnos y vernos ya creciditos.

En fin, un año más viejos, abundantes canas y kilos de más, pero alegres y contentos de volvernos a reunir.

Dejo, como es tradición, la pequeña galería que atestigua la celebración.

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Enlace a cenas dominicas
Enlace permanente a la galería de fotos de la cena de 2008

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Me gusta de vez en cuando investigar y hacer pruebas que aunen mis diversas aficiones. En este sentido suelo hacer algunos desarrollos y estadísticas en base a los datos que voy obteniendo por mi afición a la genealogía. Fruto de este tipo de trabajos es, por poner solo un ejemplo, el documento que publiqué hace ya un par de años sobre Genealogía e Historia de Luceni (descargar, 2.1 MB). En el resumía los datos que me proporcionó el volcado de las partidas de bautismo de la parroquia.

En este sentido llevo algún tiempo dándole al tarro y dedicando el poco tiempo que me queda en un proyecto que estoy empeñado en realizar dentro de la Asociación de Genealogía AragónGen, que presido. Este es el volcado de censos electorales y padrones municipales de finales del XIX y principios del XX.

Estos documentos se encuentran microfilmados en los Archivos Históricos Provinciales (y en algún que otro archivo, ayuntamiento o institución) y son de uso habitual en quienes realizamos este tipo de investigaciones. Al fin y al cabo es una fuente (ver Cómo hacer mi árbol genealógico 3ª parte) interesante al presentar los datos de nuestros bisabuelos o más. Ello conlleva que muchos de nosotros tenemos algunos de estos documentos y la puesta en común hace poder cubrir la geografía aragonesa con muchos de sus apellidos y gentes.

A veces, en sueños, imagino un volcado completo de estos censos pudiendo consultar on-line la distribución de apellidos y sus desplazamientos (migraciones) así como poder encontrar algún dato de nuestros antepasados sin movernos del sillón (ideal para nuestros hermanos del otro lado del océano).

Pues eso, en ello estamos. Me ha costado pero he ido poniendo las cosas en su sitio y ya hay algo. El mayor problema, como siempre, era obtener un modelos de datos coherente con el tipo de información a almacenar, y después realizar una pequeña aplicación web que permitiera la consulta. Eso es lo que he ido haciendo y se encuentra en el área privada de socios de AragónGen.

Para adornar la cosa (y aquí es donde he hecho las pruebecitas), he trabajado algo con el API de Google Maps para publicar un mapa con la localización de los censos ya volcados, indicando el año del censo. Es la primera vez que me enfrento a este tipo de desarrollos y, de momento, me parece interesantísimo, aunque no he hecho sino empezar.

Lo podéis encontrar en la página de AragónGen www.aragongen.org.

Distribución de censos volcados en AragónGen

Distribución de censos volcados en AragónGen

Solo mencionar que sin la colaboración en la aportación de datos de algunos de los socios esto no tendría sentido. Sólo uno de ellos (Ramiro Campos Otal) ha aportado alrededor de 80. Mi agradecimiento eterno por tan sublime trabajo (recordar que hay que partir de las imágenes obtenidas por microfilmado y trasladar manualmente los datos a un formato digital, por ejemplo Excel, persona a persona, censado a censado, con nombre, apellidos, edad, domicilio, alfabetización, etc.)

Gracias a todos, sobre todo a Ramiro, y esperemos que trabajos de este tipo aporten abundante conocimiento y estudios sobre Aragón.

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Además de la foto entregada en el anterior post, hay más, claro. Estas las podéis encontrar en la galería bajo el título “Fotos del Pilar 2008“, aunque también las pongo a continuación.

Espero os resulten curiosas al menos.

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Los asiduos, amigos y conocidos ya saben mi ancestral costumbre de acudir a la ofrenda de flores de las fiestas del Pilar de Zaragoza ataviado con la indumentaria adecuada. Es una tradición que se remonta a mis 7 añitos, cuando mis padres me vistieron de baturro y me mandaron a la ofrenda. Desde entonces, con muchos altibajos, ha perdurado y a partir del nacimiento de mis hijos se ha vuelto de nuevo fija.

Por ello, incluyo a continuación, la foto que atestigua esta permanencia, pese a las inclemencias meteorológicas de este año.

Ofrenda de flores de las fiestas del Pilar 2008 de Zaragoza

Ofrenda de flores de las fiestas del Pilar 2008 de Zaragoza

Muchos de los amigos comentan que siempre es la misma foto, pero no es cierto. Lo que sucede es que el tiempo no pasa para quienes nos conservamos en una solución al 50% de tabaco y formol.

Un saludo a todos.

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Posiblemente lo único que salva la situación que describo a continuación sea la solidaridad. Y es que en el fondo todos somos iguales…

Este verano, con jornada continua, Expo y algunos días de Rodríguez incluidos, he tenido algo de tiempo para hacer una de las actividades que siempre más me ha gustado: pasear por la Zaragoza de mis amores y desamores. Antes lo hacía con frecuencia, en concreto era fijo el paseo matutino-dominical lleno de fotografías, museos, exposiciones (que no expos) y vermús. La mezcla incomparable de resaca-dormir_poco-ensoñamiento era perfecta y las fotografías y recuerdos de aquellos días también. Por cierto, el otro día desempolvé los álbunes y carpetas de diapositivas de aquella época y había alguna buena. Decidí digitalizarlas para poder trabajar y publicar; hice una selección, mejor dicho, lo intenté y salieron alrededor de 4.000. La cuenta fue inmediata: 4.000 x 0,35 = 1.400 €. Intuitivamente eché mano al bolsillo y decidí que debería hacer una nueva revisión… hasta hoy.

Pero siempre me voy del tema, narices. La cuestión está que entre tanto paseo y debido en gran parte a la gran afluencia que ha tenido la Expo (por cierto y hablando de cuentas, aunque me vaya de tema, la afluencia vuelve a ser una medida relativa; nos inundan sobre el éxito que supone los 5,5 millones de visitantes y la cifra en sí, cierto es, es grande, casi astronómica; pero uno, un poco dado a las cuentas no sé por qué, pensaba que si se habían vendido 30.000 pases de día entero y otros 30.000 de pase nocturno, eso sumaba 60.000 y teniendo en cuenta que cualquiera de esos afortunados entraría del orden de 25 veces eso quita ya 1,5 millones de visitantes, dejando más que escueta la cifra astronómica anterior; eso sin contar que no se ha dicho cómo se contaban los pases, porque uno podía entrar y salir, sin saber la contabilización…) Zaragoza se nos ha llenado de esos ilustres paseantes conocidos como turistas.

Turistas en la Plaza del Pilar de Zaragoza

Turistas en la Plaza del Pilar de Zaragoza

Debo decir, en consonancia con el primer párrafo, que lo primero que hay que declarar es que todos somos turistas. Esto nos salva porque es insólita su propia figura: son las 15:00 horas, el termómetro oficial marca 41ºC (los de los mupis, 48), los comercios en su mayoría cerrados, los zaragozanos, conocedores, se ocultan en cualquier lugar… pues allí está, el turista, sufrido pero persistente, pasea por la Plaza del Pilar, cámara en mano, hijos en la otra y gorrita de John Deere (bueno, seguro que es de Dolce&Gabbana, pero mis recuerdos rurales de la infancia persisten con la conocida marca de maquinaria agrícola). Siempre están en la Plaza del Pilar. Mira que hay sitios más bonitos e interesantes, pero todos pasan por allí.

Claro que cuando yo voy a París, paseo cámara en mano y niños en la otra por la Torre Eiffel y no me sacan de allí, o en Venecia siempre acabo en la Plaza de San Marcos. Todos sabemos que hay otros rincones, lugares y espacios más interesantes, pero el turismo es lo primero y hay que cumplir.

Si nos dedicásemos a preguntar, a hablar y comunicarnos con la gente, encontraríamos otros lugares, posiblemente no tan conocidos pero encantadores, sujetos a la subjetividad de nuestro interlocutor y, por tanto, seguro que apetecibles. Si preguntásemos a los habitantes y residentes del lugar destino de nuestra estancia turística descubriríamos otro lugar.

Pongamos un ejemplo: se me acerca Mme. Dupont (todos los franceses se llaman así, ¿no?), residente en Saint Nazaire (en bretón Sant-Nazer), departamento de Loire-Atlantique, junto a la maldita bola del mundo próxima al Pilar y los Juzgados:

— Bonyú, mesié. U es que ye peu aler a quelque lieu enteresan par isi? La Pilarica et el luan disi?(traducción simultánea: Tío, ¿dónde puedo ir a algún sitio interesante por aquí? ¿La Pilarica está lejos de aquí?)
— Pues mira, maña. Lo primerico es que casi te partes los piños contra la columna. Lo segundico es que no sé quien coño te ha dicho lo de la Pilarica ya que nadie en Zaragoza la llama así: es el Pilar o la Virgen del Pilar, nunca la Pilarica (creo que lo inventó uno de Madrid que pasaba por aquí y conjuntó nuestro diminutivo característico -también navarro, claro- con nuestra diminuta representación de la advocación pilarista). Lo tercerico es que ¿ves esta gran basílica?, pues bien, es el Pilar y ya lo has visto. Si tienes mucho tiempo pon una vela y mira a lo lejos algún fresco de Goya y Bayeu, pero como no lo tienes y llevas gafas, déjalo. Haz otra cosa, ¿ves esa torre al fondo, encima de una fachada blanca-blanca y un edificio que no pega ni junta delante? Pues eso es La Seo (que no el Aseo) y es la verdadera Catedral de Zaragoza. El 95% de la gente que viene a Zaragoza entra en el Pilar y no va a La Seo, ellos se lo pierden, tu no deberías.

Catedral de La Seo de Zaragoza

Catedral de La Seo de Zaragoza

— Oh, se mañifique…
— Pues sí, es magnífica y mañífica, tienes razón. Encontrarás en ella todos los estilos desde el románico hasta el neoclásico y tendrás un magnífico ejemplo y recuerdo de uno de nuestros estilos más peculiares: el mudéjar. Además, si puedes perderte por las callejuelas que lo rodean, encontrarás calles encantadoras y preciosos palacios renacentistas…
— Oh-la-la…
— Pues sí, ya veo que lo coges: La – La Seo. Pero también si tienes algo más de tiempo te recomiendo que salgas a la ribera, pasees un poco por ella y mires su río. Se llama el Ebro (O Ebro en lengua aragonesa, único río masculino ya que todos son femeninos: a Zinca, a Uerba, etc.) y es tan contradictorio y cambiante como el carácter aragonés. Ahora lo ves casi seco cuando hace 3 meses casi se lleva una Expo por delante. Bueno, pues eso, toma la orilla, disfruta y cuando llegues a una plaza con obelisco, toma un parque y vete hasta el Castillo de la Aljafería.
— Algafeguia?
— Sí, cuesta decirlo, Al-ja-fe-rí-a. Es un castillo de origen árabe, más en concreto de la época de los reinos taifas. Es único. Pasea por su interior e imagina…
— Se bian, se bian. Sa sufí. E pur manyé? U e le Tubó? (trad. sim. Está bien, está bien. Es suficiente. ¿Y para comer? ¿Dónde está el Tubo?)
— Bueno, pues si me preguntas hace 5 o 6 años te diría que te olvidases del Tubo, pero ahora no. Muy cerca, antes de llegar al Tubo desde aquí, encontrarás excelentes bares de tapas. Elije bien ya que los hay muy caros y no tan buenos. También tienes muy cerca la Plaza Santa Marta que es un lugar exquisito y, además, bonito. Pero pregunta a los zaragozanos, ellos te aconsejarán lo mejor. Porque, ¿sabes?, los zaragozanos además de cazurros, cabezones y egoístas, son amables y todo…
— Oh, mersi mesié…
— De gian, maña…

Turistas en el monumento a Goya de la Plaza del Pilar (mucha cámara, claro)

Turistas en el monumento a Goya de la Plaza del Pilar (mucha cámara, claro)

En fin, que cualquiera diría otras rutas distintas de las “oficiales” cuando se recorre una ciudad… Pero la obligación y fidelidad del turista es persistente y continuaremos recorriendo siempre los mismos lugares que todos, perdiéndonos los rincones y encantos que toda urbe posee.

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